Prólogo
Desde el principio de los tiempos, los hombres han buscado continuamente la felicidad. Los cuentos de hadas nos recuerdan esa infatigable búsqueda detrás del matrimonio perfecto, la juventud, la riqueza, el poder, en definitiva, "la perfección". Estos son sólo reflejos del alma humana y sus raíces psicológicas.
El hombre moderno, sin diferenciarse de sus ancestros, corre detrás de esa misma quimera, muchas veces sin conseguirla, intentándolo de nuevo y fallando. Este hombre moderno, en especial el occidental, ha logrado conquistas increíbles. Ha controlado la naturaleza, derrotado enfermedades, ha sido capaz de vivir de una manera cómoda y fácil. Quizás haya logrado ser más feliz que sus congéneres del pasado, pero también ha logrado sentirse más temeroso y ansioso que ellos. ¿En qué nos hemos equivocado? Los sabios de diferentes épocas han coincidido en una respuesta: la búsqueda ha sido dirigida en la dirección equivocada. Ha sido dirigida hacia lo externo, hacia lo efímero, en lugar de dirigirla hacia el interior del ser, hacia lo eterno.
La mayor amenaza de la felicidad es el temor a perderla. Después de habernos casado con la persona amada, haber tenido un hijo, haber creado una gran obra de arte, haber adquirido una loable posición económica, ser dueño de valiosos bienes materiales. En cuanto hemos alcanzado nuestra meta, nos invade el temor de perderla. ¿Qué sucedería si, por el contrario, viviéramos en una situación de perfecto equilibrio que pudiese sostenerse de manera indefinida? La vida se tornaría tediosa y aburrida y ya no encontraríamos placer en nuestras anheladas conquistas. Entonces, ¿como podemos hallar felicidad sin sentirla amenazada y sin llegar al tedio? La respuesta es que la felicidad no es algo que podamos poseer, sino algo que podemos llegar a ser. Todas las cosas que podemos "poseer": riqueza, fama, poder, pareja, hijos, estarán siempre amenazadas por la inseguridad, ya que así como las hemos conseguido así podemos también perderlas. Por otro lado, "ser" nunca puede perderse. Las situaciones cambian, pero el "ser" es inmutable. Al concentrarnos en "ser" en vez de en"poseer", se abrirá ante nosotros un nuevo panorama y la felicidad constante ya no será un sueño imposible. Cuando alcanzamos nuestra esencia de "ser" se establece la paz. El "ser" no tiene pasado ni futuro. Es un presente sin fin.
Desde el principio de los tiempos, los hombres han buscado continuamente la felicidad. Los cuentos de hadas nos recuerdan esa infatigable búsqueda detrás del matrimonio perfecto, la juventud, la riqueza, el poder, en definitiva, "la perfección". Estos son sólo reflejos del alma humana y sus raíces psicológicas.
El hombre moderno, sin diferenciarse de sus ancestros, corre detrás de esa misma quimera, muchas veces sin conseguirla, intentándolo de nuevo y fallando. Este hombre moderno, en especial el occidental, ha logrado conquistas increíbles. Ha controlado la naturaleza, derrotado enfermedades, ha sido capaz de vivir de una manera cómoda y fácil. Quizás haya logrado ser más feliz que sus congéneres del pasado, pero también ha logrado sentirse más temeroso y ansioso que ellos. ¿En qué nos hemos equivocado? Los sabios de diferentes épocas han coincidido en una respuesta: la búsqueda ha sido dirigida en la dirección equivocada. Ha sido dirigida hacia lo externo, hacia lo efímero, en lugar de dirigirla hacia el interior del ser, hacia lo eterno.
La mayor amenaza de la felicidad es el temor a perderla. Después de habernos casado con la persona amada, haber tenido un hijo, haber creado una gran obra de arte, haber adquirido una loable posición económica, ser dueño de valiosos bienes materiales. En cuanto hemos alcanzado nuestra meta, nos invade el temor de perderla. ¿Qué sucedería si, por el contrario, viviéramos en una situación de perfecto equilibrio que pudiese sostenerse de manera indefinida? La vida se tornaría tediosa y aburrida y ya no encontraríamos placer en nuestras anheladas conquistas. Entonces, ¿como podemos hallar felicidad sin sentirla amenazada y sin llegar al tedio? La respuesta es que la felicidad no es algo que podamos poseer, sino algo que podemos llegar a ser. Todas las cosas que podemos "poseer": riqueza, fama, poder, pareja, hijos, estarán siempre amenazadas por la inseguridad, ya que así como las hemos conseguido así podemos también perderlas. Por otro lado, "ser" nunca puede perderse. Las situaciones cambian, pero el "ser" es inmutable. Al concentrarnos en "ser" en vez de en"poseer", se abrirá ante nosotros un nuevo panorama y la felicidad constante ya no será un sueño imposible. Cuando alcanzamos nuestra esencia de "ser" se establece la paz. El "ser" no tiene pasado ni futuro. Es un presente sin fin.
Graciela Rinkevich

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